1. Componentes de la pintura: pigmentos y aglutinantes.
1.1. Tipos de pigmentos.
2. Pintura y materia: color, luz, espacio y composición.
2.1. El color y la luz.
2.2. El color y la evolución en el uso de los pigmentos.
2.3. La composición y el espacio.
3. Procedimientos pictóricos: los soportes y su preparación.
3.1. Madera.
3.2. Lienzo.
3.3. Cartón y papel.
3.4. El muro.
3.5. Otros soportes tradicionales.
3.5.1. Arcilla o cerámica.
3.5.2. Papiro.
3.5.3. Pergamino.
3.5.4. Metales.
4, Utensilios del pintor: instrumentos y trabajo preparatorio.
4.1. Instrumentos.
4.2. El trabajo preparatorio.
1.1. Tipos de pigmentos.
2. Pintura y materia: color, luz, espacio y composición.
2.1. El color y la luz.
2.2. El color y la evolución en el uso de los pigmentos.
2.3. La composición y el espacio.
3. Procedimientos pictóricos: los soportes y su preparación.
3.1. Madera.
3.2. Lienzo.
3.3. Cartón y papel.
3.4. El muro.
3.5. Otros soportes tradicionales.
3.5.1. Arcilla o cerámica.
3.5.2. Papiro.
3.5.3. Pergamino.
3.5.4. Metales.
4, Utensilios del pintor: instrumentos y trabajo preparatorio.
4.1. Instrumentos.
4.2. El trabajo preparatorio.
1. Componentes de la pintura: pigmentos y aglutinantes
Históricamente, los componentes de la pintura han sido los
pigmentos, disueltos en una serie de sustancias liquidas, los aglutinantes, que
permiten su fijación en el soporte, y una serie de compuestos, los disolventes,
que permiten dar a la pintura la consistencia deseada.
En el proceso de transformación que ha sufrido la pintura a lo largo del siglo xx, los pintores han experimentado con las posibilidades expresivas y significativas de cualquier material disponible, descubriendo sus cualidades plásticas y artísticas, así han incorporado a sus obras materiales como papeles pegados, arenas, trapos, maderas, objetos metálicos y, en general, toda clase de componentes. Antes de la era industrial, la transformación de los pigmentos en colores aplicables sobre un cuadro requería un proceso largo y laborioso que era realizado por el propio artista o por los empleados de su taller. Por norma, la preparación de los pigmentos era el primer paso del aprendizaje de un pintor; en los grandes talleres los aprendices eran los encargados, fase por la que pasaba cualquier pintor.
El pigmento era extraído en forma de polvo al colocar las sustancias de las que obtenía en una muela, disco de piedra que por presión las molía; este polvo debía reunir una serie de condiciones especiales: tener un grado importante de poder cubriente, es decir, capacidad de opacidad para utilizar la cantidad de pintura justa para cubrir una superficie; tener el grado necesario de finura en la molienda, es decir, conseguir en su aplicación un acabado de superficie lisa; tener la solidez suficiente como para hacer frente a la agresión de los agentes naturales y la inocuidad precisa para poder ser manejado manualmente por el pintor. En la actualidad todos los pigmentos pueden obtenerse preparados de forma industrializada.
En el proceso de transformación que ha sufrido la pintura a lo largo del siglo xx, los pintores han experimentado con las posibilidades expresivas y significativas de cualquier material disponible, descubriendo sus cualidades plásticas y artísticas, así han incorporado a sus obras materiales como papeles pegados, arenas, trapos, maderas, objetos metálicos y, en general, toda clase de componentes. Antes de la era industrial, la transformación de los pigmentos en colores aplicables sobre un cuadro requería un proceso largo y laborioso que era realizado por el propio artista o por los empleados de su taller. Por norma, la preparación de los pigmentos era el primer paso del aprendizaje de un pintor; en los grandes talleres los aprendices eran los encargados, fase por la que pasaba cualquier pintor.
El pigmento era extraído en forma de polvo al colocar las sustancias de las que obtenía en una muela, disco de piedra que por presión las molía; este polvo debía reunir una serie de condiciones especiales: tener un grado importante de poder cubriente, es decir, capacidad de opacidad para utilizar la cantidad de pintura justa para cubrir una superficie; tener el grado necesario de finura en la molienda, es decir, conseguir en su aplicación un acabado de superficie lisa; tener la solidez suficiente como para hacer frente a la agresión de los agentes naturales y la inocuidad precisa para poder ser manejado manualmente por el pintor. En la actualidad todos los pigmentos pueden obtenerse preparados de forma industrializada.
Los pigmentos, según su
naturaleza, pueden ser orgánicos e inorgánicos.
Los orgánicos son de origen
animal, insectos de la laca, cochinilla, sepia, huesos, etc., o vegetal,
corteza de árbol, raíces, semillas, flores, etc.
Los inorgánicos se obtienen mediante el tratamiento de determinados compuestos químicos o minerales, tierras coloreadas, metales, piedras semipreciosas, etc.
Los inorgánicos se obtienen mediante el tratamiento de determinados compuestos químicos o minerales, tierras coloreadas, metales, piedras semipreciosas, etc.
Finalmente están los
pigmentos sintéticos, que han sido introducidos en el arte contemporáneo.
En la
actualidad, el abanico de pigmentos empleados en la pintura es muy grande. La
obtención manual de pigmentos siempre permitió utilizar una amplia gama, pero
el siglo xix, con los adelantos de la industria química y de la tintorería,
proporcionó un mayor número, que a su vez se ha crecido en el siglo xx con la
incorporación de los pigmentos sintéticos.
Los aglutinantes son las sustancias
que, mezcladas con un pigmento seco e insoluble, forman la pintura. Son
componentes esenciales que afectan a la ejecución de la pintura, ya que con
ellos se consigue que ésta se mantenga fluida; une las partículas del pigmento
en una capa continua, asegurando su permanencia, así como aglutina las capas
entre sí y al soporte y al secarse rodea al pigmento de una película de
partículas que altera el efecto inicial del color.
Atendiendo a las distintas técnicas pictóricas se utilizan
diferentes aglutinantes. Las pinturas al agua, como la acuarela y el guache,
usan aglutinantes tipo colas, muy fuertes y que constituyen un porcentaje
pequeño en la pintura, afectando poco al color. La pintura al óleo utiliza como
aglutinante el aceite de linaza y como vehículo o disolvente el aceite de
trementina, que favorece el lento secado del óleo así como del brillo de la
capa de pintura. La pintura al temple utiliza como aglutinante la yema de
huevo, el acrílico usa un tipo emulsión sintética, mientras que la pintura a la
cera o encáustica se sirve de la cera de abeja como aglutinante.
Casi todas las características técnicas de una pintura
dependen del aglutinante, desde su textura al ejecutar la obra, hasta la
velocidad de secado, su adherencia, sus cualidades ópticas, su resistencia y la
opacidad o transparencia de los pigmentos.
El último componente de la pintura es el disolvente. Es un
líquido volátil, normalmente acetona, alcohol, ácido fénico o benzol, que sirve
para disolver la pintura. Actúa sobre los pigmentos y los aglutinantes y, por
tanto, es responsable de licuar la capa de pintura. En restauración sirve para
eliminar las capas dañadas de barniz.
1.1. Tipos de pigmentos
El uso de diferentes nombre a lo largo de la historia para
un mismo pigmento, o la percepción diferenciada, determina que muchas veces sea
difícil ligar pigmento y color. Al tiempo que la enorme variedad de pigmentos
utilizados a lo largo de toda la historia de la pintura impide especificarlos
todos. Para una mejor comprensión, se ha tratado de agrupar cada pigmento
asociado a un color, pero con la reserva de que un mismo pigmento puede dar una
variada gama de colores, como ocurría con el famoso púrpura.
Rojos y anaranjados
- Bermellón. Sulfuro de mercurio de color rojo intenso,
procedente de las minas de cinabrio o azogue. Fue uno de los rojos más usados y
aconsejados en los tratados de pintura
- Carmín. Es un colorante orgánico proveniente de insectos
como la cochinilla (Coccus cacti) o el kermes (Coccus illicis) de origen americano.
Su uso estaba ligado a la industria de teñido de paños o como laca para pintar.
Fue uno de los colores más preciados por los pintores. Se empezó a utilizar a
partir del siglo XVI y supuso un lucrativo negocio desde América a Europa
- Minio. Es un tetraóxido de triplomo, de color rojo
anaranjado, también llamado minium, rojo de Saturno o azarcón. Los pintores lo
usaban para base, como secante para los otros colores, para carnaciones, o
simplemente mezclado para adulterar el carmín o el bermellón, dado su bajo costo.
Su procedencia está ligada a la del albayalde.
- Rojo Marte. Producido por el óxido sintético del hierro.
Aparece por primera vez en el siglo XVII.
- Almagre. Es un óxido de hierro conocido también como
hematita y mencionado en los documentos como tierra roja de España. Se utilizó mucho,
sobre todo en las imprimaciones, por su bajo costo.
Retrato de Giuliano de Medici de Sandro Boticelli (Bermellón)
Verdes
- Cardenillo. Este pigmento es un acetato de cobre producido
por la exposición de láminas u objetos de dicho metal a vapores ácidos, lo que
genera un polvo verde intenso, sumamente venenoso. Se conocía como verdigris,
verde eterno, o verdete -entre otros-.
- Malaquita. Los cristales de malaquita eran utilizados en
la pintura al óleo, temple o fresco y los pintores se valieron de ellas para
lograr brillantes tonalidades de verdes y azules. También fue conocido como
verde montaña o tierra verde
- Verde esmeralda. Pigmento sintético que aparece en el
siglo XVIII. Se dio a conocer en Francia como vert Paul Véronese, por el uso de
verdes brillantes que había hecho este pintor
Azules
- Añil. Conocido como índigo o azul de Castilla, este
colorante es de origen vegetal. Fue uno de los colores más utilizados en los
talleres para cubrir bien las superficies o para mezclarlo con pigmentos
amarillos para lograr tonalidades de verde. Al igual que el carmín y otros
muchos pigmentos, su uso procede de la industria pañera.
- Azurita. Pariente de la malaquita, este pigmento azul
intenso -un carbonato básico de cobre- fue uno de los pigmentos finos más
utilizados por los pintores. Llamado azul de montaña,polvos azules o cenizas
azules. Su presencia puede apreciarse en la pintura de cielos y ropajes de vírgenes
y ángeles.
- Ultramar. El ultramar propiamente dicho es un compuesto
que se encuentra en la naturaleza formando el mineral llamado lapislazuli o lazulita.
Recibe el nombre de ultramar porque el mineral procedía de Oriente y África
Los minerales de ultramar natural que no servían para
elaborar objetos de ornamentación, se pulverizaban, calcinaban y trataban con
vinagre para disolver la caliza adherida. La masa resultante se lavaba,
desecada y porfirizaba, empleándose luego en la pintura artística, era un
pigmento de precio muy elevado. El ultramar ha sido considerado siempre como el
mejor de los pigmentos azules, cargado de una fuerte simbología. Tassaert halló en 1814 una materia azul
análoga al ultramar natural en un horno de sosa y Guimet, en Francia, y Gmelin,
en Alemania, consiguieron prepararlo artificialmente hacia el año de 1828.
- Smalte o esmaltín. Pigmento vitreo de color azul brillante
producto de la presencia de óxido de cobalto o sajfre. Se le conocía como esmalte,
esmaltín, vetro di cobalto, o azul de Sajonia, esto último relacionado con el
hecho de que, a partir de fines del siglo XVI, fue Sajonia la que monopolizó el
comercio de saffre. Su obtención está ligada a la industria del vidrio, de
compleja elaboración. Tal vez la primera vez que se utiliza en pintura es en El
enterramiento de Dierick Bouts (ca. 1455). Giovanni Bellini, lo usa con
profusión. En el siglo XVII se producía a gran escala, sobre todo en Holanda. En
contacto con aceite pierde su brillo por lo que es más apropiado para acuarelas
y fresco que para óleo.
- Azul de Bermer, aparece en el siglo XVI. Es un carbonato
de cobre, adecuado para la acuarela pero no para el óleo.
- Azul de Prusia. Es un ferrocianuro férrico elaborado por
síntesis química. Fue inventado en 1704 por el berlinés Ghislain Diesbach, se
expandió rápidamente entre los talleres europeos y americanos de mitad del siglo
XVIII, ante la merma del valioso pigmento lapislázuli y el agotamiento de las
minas de azurita.
El matrimonio Arnolfini de Jan Van Eyck (Malaquita, Bermellón y Añil)
Amarillos
- Amarillo de plomo-estaño. De color amarillo claro, este
dióxido de plomoestaño era conocido también como minio cristalino, cinabrio de
oro, cinabrio de Saturno. Su origen está ligado a los hornos de
vidriar de los alfareros. Los principales centros de comercialización fueron
Venecia y Bohemia. Se utilizó con frecuencia entre los siglos xv y XVIII, para
luego desaparecer y retornar, como pigmento sintético, en el siglo xx.
- Amarillo de Napoles. Es un amarillo pálido derivado del
plomo.
- Ocre amarillo. Esta tierra natural es un pigmento muy
antiguo. La presencia de hidróxido de hierro entre sus componentes le da el
color amarillo. Su explotación se da a cielo abierto y su preparación era por
trituración, lavado y secado.
- Oro. Este elemento metálico de alto valor económico era
usado por los pintores en forma de pequeñas hojas o láminas, o en polvo, para
resaltar determinados sectores luminosos del cuadro. La lámina de oro se adhería
sobre una base de calcio o tierras rojas con algún adhesivo natural. La Edad
Media utilizó los fondos dorados con profusión, a base de los denominados panes
de oro. Su aspecto final depende del reflejo de la luz.
- Oropimente. Este sulfuro de arsénico fue el pigmento
amarillo más conocido pese a su alto grado de toxicidad. Su color amarillo
brillante fue utilizado por los pintores para representar las luces y brillos
de joyas u objetos dorados, estrellas y resplandores de glorias. Es decir
siempre en pequeños detalles. Aunque los pigmentos amarillos, en general, no
eran muy caros, el oropimente tenía el inconveniente de la toxicidad; por
ejemplo Lucas Cranach fue el único pintor que lo utilizó en Alemania, donde
estaba prohibido, durante el siglo XVI, esto se explica a que era dueño de una
botica que le permitía el acceso al arsénico.
- Amarillo indio. Pigmento orgánico producido a partir de la
orina de vaca alimenta con hojas de mango. Es un pigmento conocido en la India
desde el siglo XV que llega a Europa a partir del XVI y es muy apreciado por
los pintores holandeses del XVII.
Blancos
- Albayalde. El blanco de plomo es un carbonato básico de
plomo. Tuvo un extendido uso cosmético. Fue el blanco más usado para aclarar
las tintas o producir efectos de luz. Hasta mediados del siglo xix cuando aparece
el blanco de titanio, fue el único pigmento blanco utilizado en la pintura al
óleo.
- Blanco de titanio. Se obtiene por mezcla química de
anhídrido u óxido de titanio. El blanco de titanio tiene un poder cubriente muy
superior al del albayalde, no es venenoso, tiene menor densidad que los otros
blancos y es del todo insensible a las influencias atmosféricas y al ácido sulfhídrico
Negros
- Negro carbón. Este pigmento, producto de la calcinación de
maderas diversas, fue muy utilizado por su fácil obtención.
- Negro de hueso. Se obtenía calcinando huesos o astas de
animales, logrando distintas tonalidades oscuras.
Tierras
Las tierras compuestas de diferentes minerales, de
tonalidades pardas, rojizas, amarillentas o verdosas, fueron sumamente utilizadas,
dada su fácil obtención como bases de preparación o mezcladas con otros
pigmentos para pintar los sectores más bastos de los cuadros.
- Ocres. Son pigmentos naturales que varían del amarillento
al pardo obscuro, procedentes de la desintegración de los feldespatos que
contienen hierro y pueden considerarse como arcillas más o menos calcáreas cuya
pigmentación es debida a su riqueza en óxido férrico y otros compuestos, como
manganeso y combinaciones de bario y calcio.
El ocre extraído de las canteras se deja secar; luego se
muele y se pasa por sucesivos tamices de finura creciente, lo que proporciona
diversas calidades de ocres amarillos no lavados. La calcinación de los ocres
amarillos produce los ocres rojos, cuyo tono varía según la temperatura a que
se han sometido y los componentes que los integran. Muy famoso y apreciado
entre los pintores renacentistas es el tierra de Siena (o simplemente Siena,
procedente de esta ciudad), crudo -siena natural- es un pigmento amarillento,
si se cuece -siena tostado- toma un matiz marrón rojizo.
De Umbría procedían el sombra natural y el sombra tostado.
El tierra de Colonia, también conocido como tierra de
Kassell o, en Inglaterra marrón Vandyke (por el uso que hizo Antón Van Dyck). Los
ocres y tierras eran pigmentos baratos.
Lacas
Los pigmentos naturales, o los que se obtienen por
reacciones químicas entre compuestos inorgánicos, no proporcionan toda la gama
cromática que necesita la industria; por esta causa, para ciertos matices se
recurre a las lacas, que son productos obtenidos con el auxilio de materias
pigmentantes orgánicas, naturales o artificiales, en estado puro o cargadas
con substancias inertes, que se hacen insolubles por procedimientos químicos.
Las más populares fueron las lacas rojas, se empezaron a
fabricar en el siglo XVI y fueron desplazando al costoso bermellón.
La conocida como ancorca, es una laca orgánica de origen
vegetal de color amarillento, también llamada ancorca de Flandes o arzica,
utilizada como segunda tinta sobre otros pigmentos amarillos, o mezclada con azules
para lograr tonalidades verdosas.
2. Pintura y materia: color, luz, espacio y composición
El lenguaje plástico no es otra cosa que la utilización por
el artista de medios formales que componen la pintura. Los elementos del lenguaje
plástico son: la línea, el espacio, el color, la luz y la composición; además
se pueden tener en cuenta otros elementos como el movimiento, las proporciones
o el ritmo.
2.1. El color y la luz
El color es el conjunto de reacciones que se producen en el
cerebro humano mediante la estimulación de la retina del ojo por las ondas de
luz; las diferentes longitudes de onda provocan la percepción de los diferentes
colores y sus intensidades. Por tanto, la responsable del color es la luz, que
al chocar con un cuerpo es reflejada y registrada por el ojo humano. El ojo
humano posee en su retina tres tipos de
células sensibles al color, cada una de las cuales responde a una longitud de
onda; el azul, el amarillo y el rojo son los tres colores percibidos individualmente
por cada una de estas células; ésta es la razón por la cual se conocen estos
tres colores como colores primarios y a partir de ellos se puede obtener
cualquier color.
Newton planteó un principio hasta hoy aceptado: la luz es
color; y en 1665 descubrió que la luz del sol, al pasar a través de un prisma,
se divide en varios colores conformando un espectro cromático básico formado
por siete colores -rojo, amarillo, verde, azul, violeta, añil y magenta, los
colores del arco iris.
A partir de los principios de Newton, la cromatología
(ciencia del color) ha establecido unos estándares: los colores primarios o
fundamentales, rojo, amarillo y azul. Cuando dos colores primarios se mezclan
entre sí, dan colores llamados secundarios o binarios: el anaranjado, amarillo
más rojo; el violeta, rojo más azul; y el verde, azul más amarillo. Cada color
secundario, obtenido así por la mezcla de los colores primarios, forma con el
tercer color primario, que no entra en su composición, un contraste en el que
ambos se exaltan a la máxima intensidad: a estos dos colores opuestos se les
llama colores complementarios; así, el anaranjado es complementario del azul,
el violeta lo es del amarillo, y el verde del rojo. Estos colores
complementarios que yuxtapuestos se intensifican mutuamente, al mezclarse por
partes iguales se destruyen dando un gris neutro.
En la consideración artística de los colores hay que tener
en cuenta tres características: tonalidad, luminosidad y saturación.
La tonalidad, también conocida como tono o matiz, es el color en sí, verde, azul,
etc. Las variaciones de tono, dependiendo de la cantidad de blanco o de negro,
se denominan gama. Muchos pintores, para establecer transiciones suaves entre
unos tonos y otros, utilizan una tinta transparente denominada veladura. Al
empleo de diferentes tonalidades se le denomina policromía, mientras que una
sola es monocromía. El conjunto de tonalidades dominantes en la obra de un
pintor se conoce como paleta.
El matiz, en sentido estricto, es la mezcla de un color puro
con otro u otros colores en pequeña cantidad que le dan cierta tendencia hacia
ellos. Pueden existir matices binarios, ternarios, etc., según el número de
colores que se hayan mezclado con el principal, y dentro de cada matiz, puede
obtenerse toda una gama de tonalidades por su mezcla con blanco o negro.
De forma convencional se entiende que entre estos seis
colores principales hay tonalidades cálidas y otrasfrías, como si su percepción
fuese acompañada de una sensación térmica. Pertenecen a la gama cálida el amarillo,
el anaranjado y el rojo, y a la gama fría, el violeta, el azul y el verde. Pero
a estas sensaciones térmicas acompañan, además, otras sensaciones espaciales,
así, los colores cálidos, que expanden luz, son salientes y avanzan hacia el
espectador, mientras que los colores fríos, que absorben la luz, son entrantes
y se alejan del espectador (conocimiento que permitió el desarrollo de la
perspectiva aérea). Además hay que tener en cuenta que los colores no se
perciben aisladamente, sino asociados unos a otros, en mutua y estrecha
relación. La calidad de un color no depende exclusivamente de sí mismo, sino de
los otros colores que lo rodean. De esta manera, el pintor dispone los colores
acordes de tonalidades y armonías, y los combina según leyes independientes de
su disposición en la naturaleza. Los colores, como las líneas, son formas
elementales con las que el pintor organiza la composición de un cuadro.
La luminosidad es el contenido de claridad u oscuridad que
presenta un color-azul claro, azul oscuro...-. El contraste entre zonas
cromáticas de valores diferentes se conoce como claroscuro.
El simbolismo religioso de la luz era bien conocido por los
pintores de la Edad Media, pero sus representaciones simbólicas de la luz divina,
fondos estrellados de oro, no se realizan como efectos de luminosidad, sino
como atributos brillantes. Frente ello, a lo largo de los siglos xv y XVI se
desarrolló una ‘curiosidad y una investigación e incluso un refinamiento
sensorial que lleva a la plasmación en la pintura de diferentes efectos de luz
gracias a la propia materia pictórica. Durante el primer Renacimiento la luz
siguió siendo, en esencia, un medio de modelación del volumen. El mundo está
lleno de luz, los objetos son intrínsecamente luminosos y las sombras se aplican
para representar la redondez. En la Ultima Cena de Leonardo da Vinci se observa
una concepción distinta: aquí, la luz es una potencia activa que desde una
determinada dirección cae sobre una estancia oscura, aplicando toques de
luminosidad a cada figura, a la mesa y a las paredes. Es un efecto que se
plasma plenamente en los cuadros de Caravaggio o de Latour, esta luz muy
concentrada anima el espacio con un movimiento dirigido. Rembrandt representa
el final de la experimentación renacentista, cualquiera de sus más típicas
composiciones muestra una escena angosta y oscura, a la cual se aplica un rayo
de luz con un poderoso reflejo.
La saturación es la intensidad cromática o pureza del color,
aspecto que tuvo una importancia decisiva a lo largo de la historia de la
pintura cuando los pigmentos, los colores, se preparaban a mano.
2.2. El color y la evolución en el uso de los pigmentos
Los pintores rupestres tomaban sus paletas de elementos
naturales: la tierra roja y amarilla provenía de la hematita; el verde de las
arcillas; el negro del carbón; el blanco de huesos macerados, etc. La
manipulación deliberada de los materiales para fines artísticos se realiza
desde los óxidos metálicos de los abrigos neolíticos.
Plinio afirmaba que los artistas de la Grecia clásica solo
empleaban cuatro colores: negro, blanco, rojo y amarillo, y esos fueron los
colores utilizados por el gran Apeles. Pese a lo cual el rojo Saturno difundido
por los griegos, y el púrpura fue descubierto por los romanos.
En el siglo x el monje Heraclio clasificaba todos los
colores en: negro, blanco e intermedios (siguiendo la escala cromática ya
establecida por los griegos). Los pintores de la Edad Media tenían interés en
mostrar los más caros y maravillosos pigmentos en planos de color no
interrumpidos: bermellón, azul ultramarino y oro. Pretendían inspirar admiración
y asombro en los espectadores, no crear sutiles gradaciones tonales sino
ordenar la escena con pigmentos crudos.
El final de la Edad Media fue un período de notables
innovaciones en la producción de colores. Los cambios en la estructura social
llevaron la pintura a nuevos ambientes: de un oficio dedicado a la
ornamentación en un contexto religioso, se convirtió en un arte de mayor
variedad y temática, ejercido por miembros de un gremio y comisionado por mecenas
y clientes del sector mercantil o de la nobleza.
En la pintura medieval los colores se aplicaban crudos sin
apenas mezclas.La popularización de la pintura al óleo supuso también un cambio
en el uso de los pigmentos, el bermellón que había sido especialmente valora
durante la época medieval fue sustituido por lacas rojas que resultaban más
baratas y útiles para la técnica de las veladuras. El pigmento era más fluido y
permitía mayores mezclas.
La Grisalla es un tipo de pintura, muy popular en el primer
renacimiento, con la que se quería emular la escultura en piedra mediante la
pintura. Para ello se utiliza una gama muy restringida de colores, pero muy
diluidos
A partir del siglo xv, empieza desarrollarse un gusto por la
mezcla de colores. La preocupación de los humanistas por reproducir los colores
de la naturaleza estableció una mayor demanda de los verdes. Los artistas
vencieron su habitual reticencia a la mezcla para crear una amplia gama de
verdes a partir del azul y el amarillo. También el abandono paulatino de
pigmentos como el oro que no estaban en la naturaleza sino que tenían una función
de ostentación. El ultramar seguía siendo enormemente caro en el siglo xv y la
azaurita tampoco era barata.
El uso de los colores también tiene una importante vertiente
económica, condiciona igualmente el uso simbólico de los mismos. En el renacimiento
es frecuenta que el encargante o mecenas de la obra determine no solo la
técnica y tema que tiene que realizar el pintor, sino también la calidad de los
pigmentos. Los mecenas sabían que los artistas podían economizar el costo
utilizando pigmentos vulgares, por ejemplo azurita en vez de ultramar
(lapislázuli) -diez veces más caro que el primero-, o al contrario el mecenas
requería menores costes que los presentados por el artista. Los gremios por su
parte también tenían regulado el uso y la calidad de los pigmentos. Pero, en
general, estas puntualizaciones, eran para colores muy determinados,
fundamentalmente rojo y azul; ni mecenas, ni gremios se preocupaban mucho por
los amarillos, verdes, negros o tierras que eran relativamente baratos, esto
entraba dentro de la preocupación estética del pintor.
Las boticas o farmacias eran las principales suministradoras
de pigmentos donde se compraban en seco. Estos se maceraban en el taller del
artista, labor que se dejaba en manos de los ayudantes, hasta conseguir
finísimos granos, que posteriormente se mezclaban con el aglutinante.
El comercio de pigmentos era intenso y altamente lucrativo.
Durante el renacimiento Venecia era el mayor centro de fabricación y
comercialización de pigmentos de alta calidad o pigmentos finos. Producía las
mejores lacas rojas y el lapislázuli más caro y a ella llegaban pigmentos de
Oriente difíciles de conseguir en Europa. Y esta es sin duda una de las causa
del gusto por el color de los pintores venecianos. Por ejemplo, Tiziano utilizaba
una amplísima gama de colores, entre ellos el todavía difícil de conseguir
oropimente (con matiz anaranjado o amarillo dorado), extraña para otros
pintores contemporáneos, e incluso exportó pigmentos a la corte española. En el
siglo XVII Amberes también se convirtió en centro importante de venta de
pigmentos.
Hasta el siglo XVIII la mayoría de los artistas maceraba y
mezclaba sus propios pigmentos o dirigía este proceso en su taller. La posible
evolución en el uso de los pigmentos se producía desde la industria del teñido
de paños, y la investigación artesanal de los propios pintores.
En el siglo XVIII hace su aparición la química, que
revoluciona la industria del color. Desde 1770 y en los primeros años del XIX,
el desarrollo científico de la química, permitió que aparecieran muchos nuevos
pigmentos y que la paleta de los pintores adquiriera una dimensión hasta ese
momento desconocida. Por otra parte su fabricación industrial permitió que
abandonaran el trabajo artesano de fabricar sus propios colores. Colores como
el blanco cinc, el amarillo cadmio, verde esmeralda, verde Viridiana, azul
cobalto, hacen su aparición en este momento.
Pero para los artistas además, del despegue de la química
inorgánica que les permite ampliar intensamente su paleta cromática, tiene una
tremenda importancia las leyes del color de Newton y Goethe sobre el
comportamiento de la luz y el color, así como el desarrollo industrial de los
tubitos de estaño con el color ya preparado.
El azul de Prusia, fue el primer pigmento sintético moderno,
descubierto en 1704. Era un producto destinado a la gigantesca industria de los
tintes no al pequeño mercado de colores para los artistas.
Los impresionistas y sus seguidores, Van Gogh, Matisse,
Gaugin, Kandisky, exploraron las nuevas dimensiones cromáticas abiertas por la
química con una vitalidad que quizá no ha sido igualada. Su público no se
impresionó tan sólo ante el rompimiento de las reglas sino también ante la
visión de colores nunca antes utilizados en un lienzo: anaranjado brillante,
púrpuras aterciopelados.
Los neoimpresionistas
Georges Seurat y Paul Signac anhelaban un uso estrictamente científico del
color en la pintura.
A partir del último cuarto del siglo XIX la química
sintética e industrial se lanza a la producción de tintas artificiales, más
asequibles por su precio y ductilidad.
2.3. La composición y el espacio
Al hablar de composición en pintura o escultura, nos
referimos a la disposición ordenada de todos los medios plásticos, materiales y
formales que constituyen la obra pictórica. Estos diversos elementos plásticos
se manifiestan formando un todo único que es la obra pictórica, la imagen de la
pintura, el sistema; en esta obra pictórica los componentes son totalmente
solidarios, constituyen un organismo, un universo propio e interrelacionado en
el que nada puede suprimirse o modificarse sin que la obra se venga abajo. La
composición es como la sintaxis del lenguaje.
Ese efecto de totalidad que confiere la composición
manifiesta una mente ordenadora, acusa la presencia del artista que compone la
obra, es decir, pone en conjunto los distintos elementos materiales y formales
y los encadena necesariamente integrándolos en una realidad nueva y autónoma,
distinta y añadida a la realidad natural, la imagen histórica. En definitiva,
la verdadera personalidad del artista se revela en la obra mediante la
composición.
La composición consiste, por una parte, en la distribución
de los elementos de la escena, hombres, arquitecturas, paisajes, etc., cuando
se trata de pintura figurativa, por otra parte la composición ordena todos los
elementos formales de la pintura, la línea, el color, el espacio, la tensión,
el ritmo, la armonía, etc.
A lo largo de la historia de la pintura la composición se ha
apoyado más en unos elementos formales que en otros, en determinadas épocas
históricas buscó apoyo más en la línea, dando esquemas compositivos básicos en
los que utiliza el principio de simetría lateral o el esquema piramidal, tratando de lograr composiciones en las que predomine la idea de
equilibrio, armonía y proporción. Estos fueron los ideales del Alto
Renacimiento, y las composiciones piramidales fueron propias de pintores como
Leonardo da Vinci o Rafael Sanzio.
Frente a ello, el periodo barroco busca el esquema compositivo en diagonal o en
espiral, tratando de manifestar el movimiento y el dinamismo. Magníficas
composiciones en diagonal son debidas a pintores como Caravaggio acentuando la cualidad dramática del cuadro por los efectos de luz, Rembrandt y
el propio Rubens, maestro asimismo del movimiento y de las composiciones en
espiral.
Las vanguardias artísticas han puesto el acento en la
importancia del color convirtiéndose este elemento en el principal a la hora de
ordenar la composición. En este sentido es magistral la obra de Cezanne, en la
que el color supone la síntesis del resto de los elementos pictóricos.
2.3.1. La línea
La línea tiene la característica de poder limitar los
objetos, fijar la apariencia de las cosas. Mediante ella se logra la
identificación y reconocimiento de las formas, se materializa el recuerdo. Responde
a un ordenamiento intelectual y es resultado del poder de organización de la
inteligencia. La verdadera naturaleza de la línea es su calidad gráfica, de
dibujo. El trazado lineal puede adoptar un comportamiento plástico muy diverso:
en ocasiones discurre continuo y cerrado, conceptual, consiguiendo una forma o
imagen acabada y finita, limitada y clara, que responde a un propósito y afán
descriptivo y analítico; en otros casos, por el contrario, se interrumpe, se
hace discontinuo, en líneas abiertas que permiten penetrar el espacio, con
formas indeterminadas e indefinidas en cuya contemplación participa activamente
la imaginación.
2.3.2. El debate entre dibujo y color
El artista tiene dos instrumentos que usa para expresar sus
intenciones en pintura: el dibujo y el color o las masas tonales. Respecto a su
importancia en la técnica pictórica ninguno de los dos puede ser valorado por
encima del otro, y cuando se habla de ellos se aplican los mismos términos
generales, pero nos sirven para distinguir dos maneras diferentes de abordar la
técnica.
En la primera, practicada por los pintores renacentistas
florentinos, la línea predominaba y se respetaba con meticulosidad el dibujo. La
pintura inferior nunca se ocultaba totalmente con la pintura final; su efecto
tenía una influencia fuerte y directa en el trabajo terminado. Las pinturas no
eran, de ningún modo, dibujos coloreados; eran auténticas pinturas, pero el
color o el elemento tonal estaba subordinado al dibujo.
El siguiente gran cambio fue la tendencia hacia técnicas en
las cuales las masas tonales podían aportar mayor influencia en el resultado
final, por lo que podían usarse para desempeñar un papel igual al del diseño
o, si se quería, dominar en el resultado final. Este cambio que vino a través
de la preferencia por estilos más “pictóricos“, desarrollados por los pintores
venecianos, fue posible gracias a la adopción de medios grasos como el óleo y
soportes como el lienzo -en contra del temple acuoso, más apropiado para la
pintura de tipo lineal-. El secado de la pintura al óleo es más lento y por
tanto se adapta a un manejo más plástico, más versátil; permite fundir los
colores y dar más fluidez y soltura a la pincelada; las capas finales de pintura
pueden contribuir al efecto total, mientras que en el método primitivo, la
pintura base y el dibujo predominaban sobre los resultados finales.
En los albores del siglo XVII la superioridad del diseño
sobre el color defendida por Giorgio Vasari y los académicos italianos, quedó
claramente establecida y se extendió por el resto de los países europeos. En el
trabajo de Rubens, que tenía un dominio prodigioso de la técnica, encontramos
la culminación de todos los desarrollos de las técnicas flamenca e italiana.
Aquí, los elementos dibujísticos y las masas tonales se han combinado y se
enfrentan unos a otros en lucha para alcanzar el protagonismo en el cuadro. Sus
pinturas no eran de una naturaleza complicada, no se diferencia ban respecto a
cuestiones fundamentales de las actuales, excepto porque eran, quizá, más
fluidas. Este artista consiguió un éxito total en los dos aspectos técnicos que
conciernen a una obra de arte: expresar con exactitud sus intenciones
artísticas y asegurarse una permanencia total de sus resultados.
2.3.3. El espacio
El espacio, en el sentido de “espacio físico“, es una
extensión ilimitada en la que se nos aparecen los cuerpos materiales. Como
magnitud en la que están contenidos estos objetos materiales actúa sobre las
piezas artísticas definiendo la forma de ellas junto a otros elementos que
contribuyen a la estructura y a la composición estética de las mismas. El
espacio es, por tanto, un ámbito inmaterial que forma parte y determina las
formas artísticas; cuando éstas tienen tres dimensiones, la escultura y la
arquitectura, los elementos formales de ellas son espacio y masa; cuando tiene
dos dimensiones, la pintura, el espacio es una magnitud que se sugiere en la
superficie plana del lienzo.
Toda obra pintada se presenta como un espacio a la vez real
e imaginario, de un lado definido por sus dimensiones geométricas y su
naturaleza material, de otro, por las formas imaginarias que lo habitan. A lo
largo de la historia de la pintura el espacio ha sido representado de diferentes
maneras, a cada expresión del espacio en pintura corresponde un sentimiento de
la realidad.
El espacio de los primitivos, en especial de los pintores
románicos, pero no menos de los egipcios, se expresa
mediante un fondo desprovisto de profundidad, sobre el que las escenas se
desarrollan mediante registros o bandas superpuestas, cada una de las cuales
comprende cierto número de compartimentos en los que habitualmente se
representan varios momentos de una misma escena. Esta forma de representar el
espacio difiere de la forma que tenemos los humanos de percibirlo mediante la
mirada o mediante el pensamiento, y responde a la intención de crear una
sensación de espacio continuo, donde van ocurriendo diferentes cosas de forma
encadenada, es decir, pretenden representar un espacio narrativo.
Los artistas del Renacimiento crearon un nuevo sistema de
representación que estuvo vigente hasta el siglo XX El Renacimiento concibe el
espacio como un elemento infinito, homogéneo y unitario, el cual debe cumplir
dos requisitos: reflejar fielmente lo que el ojo ve, es decir, ser un espacio
natural, convincente y tridimensional, y conformarse según el principio general
de representación científica, teniendo en cuenta las leyes de las matemáticas,
la óptica y la geometría. El esfuerzo de teorización abstracta y de indagación
práctica culminará con la aparición de la perspectiva, por la cual se
representa la naturaleza en un sistema tridimensional
Sin embargo, los pintores venecianos empleaban un rico
colorido para dar la impresión de luz y espacio. Su preocupación fue el color,
no la perspectiva matemática, el espacio era algo para ver y sentir, no para
ser calculado geométricamente.
El cubismo rompió con el espacio tridimensional representado
desde el Renacimiento aportando un nuevo concepto de espacio pictórico. El
espacio cubista nos ofrece objetos que, sin perder nada de su aspecto exterior,
se enriquecen con perspectivas interiores, como si dispusiéramos de dos clases
de ojos, uniéndose una y otra visión en la misma mirada. El cubismo distorsiona
la visión monofocal que se venía ofreciendo desde el Renacimiento e introduce
la simultaneidad en la visión
3. Procedimientos
pictóricos: los soportes y su preparación
El soporte es la base sobre la que se ejecuta la labor
pictórica. La elección de este soporte puede depender de factores que van desde
los conocimientos y técnicas desarrollados en una determinada zona, como fue el
papiro en Egipto, a la utilización de materiales a mano, como las propias
paredes de las cavernas, en el arte rupestre, la madera, la cerámica, etc.
Existe una gran cantidad de materiales y tipos de soportes
para una inmensa variedad de tipos de pintura. Sobre el costosísimo papiro, se
pintaron documentos religiosos y simbólicos de los faraones egipcios; sobre las
paredes de las cavernas se difundió un arte de máximo contenido simbólico o
mágico; sobre los muros de las iglesias se plasmaron historias religiosas con
una función narrativa y pedagógica; sobre pergamino se iluminaban preciosos
manuscritos en la Edad Media junto a textos literarios, religiosos,
científicos; en los objetos pequeños de oro y metales preciosos o semipreciosos
se realizaron pequeñas miniaturas con retratos de sus propietarios o de quién y
para quién se habían fabricado; por último, sobre pieles curtidas y sobre sus
propios cuerpos los pueblos primitivos manifestaron su necesidad de expresarse
a través de la pintura.
Pese a esta original variedad de soportes, con el auge de la
pintura de caballete, es decir cuando la pintura se hace un arte autónomo, se
desprende de su cualidad de ser un arte que acompaña a otra de las artes,
fundamentalmente arquitectura, y adquiere consistencia artística por sí misma;
la pintura adopta unas técnicas muy precisas que requieren soportes muy
concretos, convirtiéndose en habituales y casi únicos la utilización de la
tabla, el lienzo y el papel, en ocasiones el cobre y, para la pintura al
fresco, el muro. Por tanto, hay que tener en cuenta que el uso de los distintos
materiales no sólo comporta la utilización de distintas técnicas pictóricas,
sino que condiciona también la evolución misma de la pintura.
Antes de aplicar la pintura sobre el soporte, es necesaria
una preparación del mismo administrando lo que se denomina una imprimación,
película fina de aglutinante y color cuyo objeto principal es proteger de la
corrosión la superficie pintada y servir de base a las siguientes capas de
pintura. Sobre la imprimación se aplica un fondo, cuya misión es cubrir bien la
superficie, aunque en muchas ocasiones la imprimación es la única base. La
mayoría de las imprimaciones son higroscópicas y sensibles a los
microorganismos por lo cual se les debe incorporar funguicidas y bactericidas.
En la técnica de pintura por veladuras, los colores finales se obtienen a
partir de sutiles capas de color, partiendo del tono de la imprimación o el
fondo.
En la elaboración de las imprimaciones se utilizan básicamente
las colas, que funcionan como aglutinantes, adhesivos, aislantes, consolidantes
y protectores. Existen varios tipos de colas, las vegetales, procedentes del
arroz o las gramíneas, que presentan el problema de que con el tiempo llegan a
descomponerse; el engrudo, denominado cola de pasta, que se realiza en su forma
más simple con harina y agua caliente; las colas animales, como la cola de conejo,
obtenida de los restos del conejo, la cola de pergamino, de los restos de cabra
y ternera, la cola de pescado, de restos de pescado; la más utilizada y de
mejor calidad es la elaborada con la vejiga del esturión.
3 . 1 . Madera
Las pinturas realizadas sobre madera se suelen denominar
tablas. Este soporte es propio de la pintura de la Edad Media, su uso requiere
una compleja preparación del soporte, que exige un conocimiento muy preciso de
la técnica y una gran minuciosidad en la realización. Como técnica pictórica está
acompañada del temple, aunque se pueden utilizar igualmente con el
óleo; tabla y óleo fue una combinación bastante común en la pintura flamenca
Los tipos de madera utilizados en las tablas han dependido
de las maderas abundantes y de más fácil tratamiento en cada área geográfica,
así, en el ámbito español, e incluso en el italiano se han utilizado maderas de
pino, chopo, tilo, sauce, ciprés, etc. En el sur de Francia es habitual el
nogal, en Alemania el roble, y en algunos casos la encina. Estas maderas, antes
de ser utilizadas como soporte para la pintura, tienen que cumplir las
características básicas de ser una madera seca y ofrecer una superficie plana y
lisa.
Una vez preparada la madera se procede a la preparación de
la superficie que va a componer el cuadro o la tabla. Esta, de forma habitual,
está compuesta por piezas de formato reducido que se unen en paneles mayores o
tableros. Las piezas de madera se unen mediante diferentes tipos de ensamblaje
o colas. Cennino Cennini habla de una cola de caseína, que se elaboraba a
partir de cal viva y queso de leche desnatada, y se utilizaba en la unión de
piezas de madera para formar tablas, aunque lo habitual era utilizar la
denominada cola fuerte. Una vez ensambladas las piezas, las tablas se refuerzan
mediante listones dispuestos unas veces en horizontal, travesanos, o en aspa.
Confeccionado el soporte de madera, éste tiene que ser tratado y preparado para
recibir la pintura.
Primero se procede al encolado, es decir, a aplicar varias
capas de cola sobre la superficie, que permite la impermeabilización del
soporte. La cola que más comúnmente se utiliza es la ajicola, elaborada
hirviendo restos de piel de animales con ajos. Tras esta operación se pasa a
igualar toda la superficie aplicando trozos de estopa, tratamiento que permite
una mayor adhesión de la imprimación de yeso al soporte de madera. Por último,
se procede a la aplicación de la imprimación que en esta técnica se denomina
aparejo -así lo llaman los tratadistas españoles- y que consiste en aplicar una
capa de yeso con la que se consigue una superficie lisa que sirve como soporte
directo de la pintura -el gesso-, y que permite su fijación y su aislamiento de
la humedad de la madera y de los microorganismos que puedan afectarla.
Es en la Edad Media cuando la pintura sobre tabla, junto a
la pintura al fresco y utilizando la técnica del temple, se generaliza por toda
Europa y ofrece sus mejores ejemplos. Estas tablas medievales habitualmente
forman parte de unas composiciones más amplias como son los retablos, es raro
el caso en el que se produce una tabla en sí misma, es decir un cuadro aislado
y con valor por sí, no formando parte de composiciones pictóricas más amplias.
Famoso es el retablo de los hermano Hubert y Jan Van Eyck, realizado en San
Bavón de Gante en 1432, que consta de 24 tablas. En la pintura flamenca fue
habitual la utilización de la tabla como soporte con la técnica de pintura al
óleo. En el Renacimiento, con la generalización de la pintura al óleo sobre
lienzo, la pintura sobre tabla pierde la importancia que había tenido. En el
barroco, con el auge de los grandes retablos, la tabla vuelve a tener un cierto
protagonismo como soporte, aunque queda reducido más bien a las escenas de la
predela que a los grandes paneles del retablo, propiamente dicho, donde es
habitual utilizar el lienzo.
A partir de este momento la utilización de la tabla como
soporte ha sido esporádica y ha dependido más del gusto y la experimentación
del propio pintor que de una necesidad o un gusto generalizado.
3 .2 . Lienzo
Los mejores lienzos están fabricados con lino, aunque
también pueden ser de algodón, material muy habitual en los lienzos del siglo
xix, debido al desarrollo industrial que se produjo de esta materia, aunque
presentan el problema de ser muy absorbentes; igualmente se fabrican lienzos en
los que se mezcla el lino y el algodón, no son ni tan caros como los primeros,
ni tan absorbentes como los segundos. También se ha utilizado el cáñamo y el
yute en su fabricación, así como la arpillera, y en el siglo xx materiales de
tipo sintético. Como cualquier tejido está formado por entrelazamientos
ordenados de hilos, la urdimbre y la trama, es decir, dos series de hilos
perpendiculares entre sí que se entrecruzan pasando unos sobre otros, la forma
en que lo hacen constituye la armadura y puede ser de tafetán, de mantelillo o
de espiguilla, cuyos hilos forman un dibujo que recuerda la espina de pez, este
tipo de lienzo fue muy utilizado por los pintores venecianos de los siglo XVI y
xXVII.
Al ser el lienzo un soporte textil, es un material flexible
que necesita un esqueleto sobre el que ajustarse para no doblarse ni moverse al
ser utilizado.
Este soporte es el bastidor o marco de listones de madera o
de metal, al cual se ajusta la tela bien tensada. Tras su ajuste al bastidor se
procede a dar una imprimación al lienzo. Esta es muy diversa, dependiendo de la
época, las zonas geográficas, las costumbres e incluso los gustos del pintor.
La más sencilla es la que utiliza una simple cola que impermeabiliza el
soporte, cierra los poros y aisla la pintura. Otras más complejas añaden blanco
de plomo, esencia de trementina, blanco de cinc, blanco de titanio, o incluso
ceniza cernida.
Pero los lienzos no siempre se utilizan con imprimación, así
por ejemplo en las medievales sargas, telas de cáñamo o lino pintadas al temple
o al óleo. Actualmente, muchos pintores contemporáneos utilizan los lienzos sin
preparar, integrando la textura de la tela con la propia obra; algunos utilizan
texturas granuladas que confieren una sensación táctil a las obras, e incluso
llegan a utilizar arpillera con su fuerte superficie rugosa.
Como soporte para la pintura de forma generalizada el lienzo
no se utilizó hasta el Renacimiento; su uso va unido a la popularización de la
técnica de la pintura al óleo. En Italia se difunde a partir del siglo xv, en
España y el resto de Europa desde mediados del siglo XVI. Los pintores
venecianos fueron los primeros en utilizar el lienzo de forma sistemática
(hacia 1440), solución ligada también a la floreciente industria de lonas para
velas de barcos. La pintura al óleo permitía una pincelada más suelta, más
fluida y más suave, al tiempo que era una técnica menos compleja y trabajosa que
la pintura al temple. De la misma manera, el lienzo permitía hacer obras de
mayor formato con una mayor comodidad, ya que era un material
más liviano que la madera, necesitaba una preparación menos laboriosa y
complicada que la tabla, y toleraba un fácil traslado del soporte de la
pintura.
La ligereza del lienzo como soporte permitió, en el siglo
XIX, la pintura al aire libre que dio paso al impresionismo y a sus logros. En
el siglo xx el lienzo deja de ser un soporte, como había sido habitual, para
convertirse en un elemento creativo elevándolo a la categoría de materia
artística por sí misma.
3.3. Cartón y papel
Los cartones y papeles están conformados con fibras de
celulosa y, por tanto, son muy sensibles a los microorganismos, a los agentes
atmosféricos y a cualquier tipo de deterioro. Esto ha determinado que su uso
fuera muy escaso en la historia de la pintura, aunque no quiere decir que no
haya sido utilizado habitualmente, sobre todo como soporte de técnicas como la
acuarela, el guache o el pastel.
En la pintura contemporánea su uso se ha hecho mucho más
frecuente, debido a los materiales industrializados que permiten su
conservación. El cartón, muchas veces preparado con textura de lienzo, y
aplicando sobre él pintura al óleo, ha sido utilizado por pintores como Edvard
Munch en su famosa obra El Grito, Paul Klee en Senecio, Marcel Duchamp en
Hombre triste, o George Grosz en Metrópolis.
En la pintura china la utilización del papel como soporte
data de siglo iv, el papel se dispone en rollos horizontales donde se van
pintando las escenas, normalmente de la vida de la corte; al igual que el
papel, estos rollos pueden utilizar la seda como soporte de la pintura.
3.4. El muro
El muro de piedra es el soporte por excelencia de la pintura
rupestre, es decir de las pinturas realizadas por los hombres del paleolítico
en las paredes de las cavernas. Al ser la piedra un material consistente,
raramente se preparaba el muro antes de ser utilizado, a excepción de un
marcado previo, de la representación que se iba a pintar o la elección de los
propios volúmenes de la piedra para utilizarlos en la realización del volumen
de las figuras; este hecho es especialmente relevante en las pinturas de la
cueva de Altamira. ha pintura rupestre utiliza pigmentos de origen mineral,
como tierras que contienen óxido de hierro y manganeso, de origen animal, como
huesos, o de origen vegetal, como los carbones vegetales; estos pigmentos daban
los colores rojos, negros y ocres, y eran aplicados a la piedra con una sabia utilización
de las técnicas pictóricas que demuestran el avanzadísimo manejo de técnicas
como la obtención de pigmentos naturales, la mixtura de los mismos y su cocción
y preparación. Como aditivos utilizaban arena, arcilla y otro tipo de
materiales; como aglutinantes, que fijaran los pigmentos a la piedra,
utilizaban la grasa animal, suero de sangre,caseína,resina, etc.
La pintura mural se realiza siempre después de preparar
cuidadosamente el muro. En primer lugar se procede al revoque, mezcla de arena
y cal, el muro se cubre con una capa bastante rugosa en la que por cada parte
de cal hay dos partes de arena gruesa, esto produce la fuerte adhesión de las
siguientes capas. Luego, se da una o dos capas de manipostería más finas
progresivamente. Por último, se cubre la capa sobre la que se va a pintar, que
es la más fina y de un blanco puro. La pintura en seco se realiza
sobre el muro seco, la pintura al fresco, sobre la última capa fresca
utilizando pigmentos disueltos en agua
3.5. Otros soportes tradicionales
3.5.1. Arcilla o ceramica
La cerámica constituye una de las manifestaciones
artesanales e industriales más antiguas y características de la especie humana nace en la edad del Neolítico relacionada con las necesidades
surgidas de la agricultura. En un principio, la cerámica se decora mediante
incisiones, y en pocos casos muestra una cierta coloración, producto de la
aplicación de tierras coloreadas. En la Edad del Hierro, junto a la renovación
técnica que supone la aparición del torno, la decoración presenta importantes
novedades, los motivos geométricos y zoomorfos que habían adornado su
superficie mediante incisiones aparecen ahora pintados sobre una capa de engobe
utilizando pinceles de distinto grosor impregnado en óxido de hierro. Pero es
en Grecia cuando la pintura sobre cerámica llega a su máxima perfección. Por
una parte, adquiere un alto grado de perfección técnica, por otra, es la única
manifestación pictórica que ha llegado hasta nosotros, aunque sabemos que los templos
griegos estaban profusamente decorados con pintura. Los vasos griegos ofrecen
la peculiaridad de que su decoración pictórica está tratada como una obra de
arte, es decir, no es repetitiva sino única para cada una de las piezas. Los
motivos decorativos desde la Grecia arcaica fueron escenas sobre la vida de los
propios griegos, combates, navegación, juegos, danzas, etc., que se fueron
ampliando y perfeccionando con el transcurrir del tiempo. También se puede
pintar sobre piedras duras
3.5.2. Papiro
El papiro es una planta utilizada en Egipto como soporte de
escritura y de pintura. Para este uso, la planta se cortaba y se preparaba in
situ, aún fresca. Se aprovechaba la parte central del tallo, de sección
triangular, y se cortaba en láminas (philyrae) que se colocaban superpuestas y
entrecruzadas sobre una tabla humedecida, formando una capa (schedulae) que
constituía la trama característica del papiro. Después se golpeaban (bataneo)
un poco para alisar el tejido, se prensaban y luego secaban al sol. Una vez
secas, se alisaban pulimentándolas con un objeto de marfil o un caparazón de
molusco. Las hojas resultantes (plagulae) se unían entre sí con una pasta de
pegamento formada con agua, harina y vinagre, superponiendo el borde derecho de
cada hoja sobre la siguiente para facilitar así el paso del cálamo a la hora de
escribir. De este modo, se formaban los rollos de papiro, generalmente
compuestos de unas veinte hojas, que se denominaban tomus, volumina o chartae.
Era un material flexible, sedoso y brillante, con una tonalidad de blanco hueso.
Sobre el papiro se pintaba con un cálamo hecho del tallo del junco, cortado a
bisel. Las pinturas realizadas sobre papiro más que pinturas independientes,
son ilustraciones que acompañan a textos.
3 .5 .3 . Pergamino
Es la piel de un animal, generalmente ternera, cabra, oveja
o carnero, tratada de forma especial para conseguir este soporte. Alguna vez se
recurre a otros animales, pero de forma excepcional. El pergamino se obtiene a
partir de la dermis de la piel del animal. Esta se dejaba en remojo en agua
durante un prolongado período de tiempo, después se le daba una lechada de cal
para eliminar la epidermis, evitar que se pudriera y facilitar la eliminación
del vello, que se hacía a continuación; finalmente, se raspaba el tejido
subcutáneo. Una vez reducida la piel a una capa fina y limpia, se estiraba y
tensaba sobre un bastidor.
El pergamino fue el soporte por excelencia a partir de los
siglos III y IV, hasta la introducción del papel por los árabes en Europa a
finales del siglo vm. Después de la difusión de éste, siguió siendo el material
preferido para los códices miniados o iluminados durante mucho tiempo. Sobre el
pergamino los iluminadores o miniaturistas, una vez preparado el
soporte procedían a aplicar una imprimación cubriente a base de una capa de
polvo blanco de arcilla o de plomo mezclada con una cola, goma arábiga o cola
de pescado, o bien de clara de huevo con bilis de buey; también se podía frotar
con un algodón empapado en una solución de miel y cola, muy ligera. En
ocasiones, especialmente durante la Alta Edad Media, se recurría a teñir los
pergaminos con púrpura, con la que se conseguían superficies elegantes en
códices especialmente lujosos, conocidos como códicespurpurei, sobre los que se
escribía con oro y plata. A continuación, se fijaban los dibujos con un pincel
mojado en acuarelas diluidas con goma arábiga, clara de huevo o hiel de buey.
También podía darse una película de oro de base, lijada y bruñida. Después se
aplicaban los colores.
3.5.4. Metales
Entre los metales utilizados por el pintor como soporte de
la pintura, el más común ha sido el cobre, sobre el que, fundamentalmente, se
ha aplicado pintura al óleo. Es de difícil manejo y requiere una gran pericia
técnica, ya que es sencillo que se desprenda de la capa de pintura, si no se da
la imprimación.
En primer lugar, la superficie metálica se trata con un
aguafuerte que actúa como un mordiente sobre la misma, para luego pasar a
lijarla y frotarla con abrasivos. Sobre esta superficie se aplica la imprimación
que suele ser de blanco de plomo mezclado con aceite.
Según el tratado de Francisco Pacheco (1638), las láminas de
cobre se preparaban con una fina capa de Albayalde (blanco de plomo) y tierra
de sombra, extendida con los dedos no con brochas
Con estos cobres, de forma habitual, se realizaban pinturas
de pequeño formato, llegando en muchos casos a ser auténticas miniaturas. Este tipo de pintura fue muy frecuente en los Países Bajos, en los siglos
XVI y sobre todo XVII, ya que se adaptaba a la habilidad técnica de los
maestros flamencos y, por el tamaño, a los géneros de su pintura; sobre cobre
pintaban paisajes y retratos. En la pintura española también ha sido utilizado
el cobre con frecuencia, en especial en la etapa barroca, aprendido de los
maestros flamencos.
En cobre se realizaban los denominados retratos de
faltriquera, pequeños retratos familiares, muy utilizados por los miembros de
la familia real como regalos de Estado.
4. Utensilios del pintor: instrumentos y trabajo
preparatorio
Los pigmentos son aplicados a los soportes mediante una
serie de útiles que permiten que el pintor realice su obra. Los elementos más
populares han sido los utilizados en la pintura de caballete, es decir el
propio caballete, el lienzo, los pinceles, la paleta, las espátulas, etc. Estos
elementos se han convertido en símbolos del pintor, y han sido reproducidos por
los propios pintores en sus obras, de forma constante en sus autorretratos
-tanto los hombres como las mujeres pintoras-. Velázquez se autorretrato en las
Meninas con todos los elementos básicos del pintor: caballete, lienzo, paleta y
pincel.
4 . 1 . Instrumentos
El caballete es el instrumento de trabajo que tiene como
finalidad el soportar el cuadro en vertical mientras se está pintando. Hay
muchos modelos de caballete. La mayoría son ajustables, de manera que se
adaptan al tamaño del lienzo y a la altura en que se quiere pintar sin mucho
esfuerzo. Generalmente son trípodes o con un solo pie plano con cuatro ruedas.
Un buen caballete ha de ser rígido y estable, de manera que sujete el cuadro
con firmeza, sin que se mueva o se balancee. Existe un tipo especial de
caballetes portátiles para realizar apuntes al aire libre.
Del uso de este instrumento proviene la expresión pintura de
caballete que significa algo más que un cuadro realizado sobre un caballete. Se
refiere a la obra original realizada para ser colgada en una pared, enmarcada,
para distinguirla de la pintura mural, que se ejecuta directamente sobre ella o
se pega sobre el muro. La pintura de caballete, hecha para su permanente
exhibición, ha de realizarse siguiendo las reglas de permanencia de los
materiales. Al mismo tiempo tiene un significado especial en la historia del
arte; su aparición marca el momento en que la pintura se hace autónoma de otras
artes, sobre todo de la arquitectura, adquiriendo un estatus superior al de
trabajo puramente artesanal o decorativo.
Desde el siglo xv en adelante, va a ser constante la
representación del propio pintor -o pintora-, que se autorretrata, haciendo
pintura de caballete -nunca haciendo labores de taller como preparar pigmentos
o pintando frescos- con los utensilios de la técnica del óleo. Esta
representación contiene un significado emblemático y reivindicativo -que se
hace más elocuente en los autorretratos de las pintoras-, reclama sustraer la
pintura de las artes mecánicas, artes de carácter manual, que eran aprendidas en
los talleres artesanos, reguladas por los gremios, frente a las artes
liberales, entre las que se encontraban la poesía o la retórica, y por tanto
poder considerar al pintor como un intelectual y no como un artesano. En el caso de la mujer pintora reivindica poder ser incluida dentro del
masculino, excluyente y selecto grupo de los artistas.
La paleta es junto al caballete uno de los elementos más
populares, se trata de una tabla con un agujero para el dedo pulgar, donde los
pintores distribuyen los colores que utilizan en la pintura. Tradicionalmente, ha
sido de madera, aunque en las últimas décadas se han empleado ligeras paletas
de aluminio lacado, de vidrio, de porcelana, etc. Sobre ellas se distribuyen
los colores siguiendo una gama cromática, y en su centro se van realizando las
mezclas necesarias.
La paleta tradicional, diseñada para la pintura al óleo,
está hecha con una plancha fina de madera barnizada o tratada con aceite para
que no absorba la pintura. Su forma ha sufrido una clara evolución, fueron
rectangulares en el Renacimiento. Y de forma oval a partir del
barroco, con un agujero y un suave recorte al lado, respondiendo a la forma en
que se utiliza: se sujeta con la mano izquierda (siempre que el pintor sea
diestro) e introduce el dedo gordo en el agujero Este diseño también
permite tener en la mano izquierda los distintos pinceles que se están usando.
La imagen del pintor con la paleta en la mano izquierda y el manojo de pinceles
es recurrente en la historia de la pintura, muchos artistas se han retratado
con esta herramienta en sus manos, así aparecen Velázquez en las Meninas, o
Goya en su Autorretrato conservado en la Academia de Bellas Artes de Madrid; esta forma curvilínea es la que ha permanecido y se ha hecho más habitual, aunque en 1906 Picasso se autorretrata
con una paleta rectangular. Su característica forma oblonga se ha convertido en
ocasiones en un icono que representa a la pintura o al pintor.
Pese a su fama y a que, como hemos indicado, muchos pintores
se autorretrata con ella en la mano, la paleta tuvo un uso restringido, hasta
avanzado el barroco. Los pintores flamencos apenas la utilizaban sino que
depositaban los colores preparados cada día en pequeños recipientes y en
conchas.
Por extensión, se denomina paleta a la gama de colores que
utiliza un artista. Así se pueden utilizar expresiones como paleta amplia,
reducida, tenebrista, luminosa, etc.
El pincel es la herramienta que utiliza el pintor para
extender la pintura sobre el soporte pictórico. Se puede ayudar también por
brochas o espátulas. Está formado por un conjunto de cerdas o fibras que forman
el pelo del pincel, que se fIja a una varilla de madera o metálica. Los
pinceles son herramientas delicadas, producto de un oficio artesanal muy
perfeccionado, y con una historia tan larga como la de la pintura.
La pincelada es la manera de poner y trabajar la pasta,
gracias al pincel, en el soporte. También se denomina así a la manera de
manejar el pincel y a la cantidad de pintura que se aplica de una vez. La
manera personal que tiene el pintor de utilizar el pincel se reconoce en su
pincelada que puede ser regular o cruzada y suelta o empastada
La espátula se emplea para mezclar los pigmentos y
aglutinar, aunque también se pude utilizar como ayuda del pincel para extender
la pintura en el lienzo, perfilar y raspar. El tiento es una vara de madera de
largo intermedio, ligera y firme, que sosteniéndola con la mano izquierda sirve
para apoyar el brazo y asegurar el pulso de la mano derecha en las labores de
precisión y minuciosas. El tiento es una herramienta que ha caído casi en
desuso, a pesar de haber sido imprescindible en el pasado
La caja de pinturas es un elemento tradicional dentro de los
utensilios del pintor. Sirve para guardar y conservar los tubos de pinturas,
los pinceles, las espátulas, los tarros de barniz, etc. En realidad, esta caja
tiene un cierto sentido cuando se practica la pintura al aire libre, pero no
cuando se trabaja en un taller, aunque se la ha reconocido como uno de los
símbolos de los pintores desde finales del siglo XVIII, así en el Autorretrato
de Caspar David Friedrich se representa una caja de colores sobre una mesa.
Esta caja solo es posible a partir de la presentación industrial de los
pigmentos en tubos de estaño. De las mismas características es la denominada
mesa de pintor, en la que se guardaban todos los utensilios bajo un tablero
abatible que se convertía en mesa. Este elemento no ha sido reproducido con la
asiduidad de los anteriormente citados, por lo que no ha pasado a convertirse
en uno de los símbolos visuales del pintor, aunque su uso generalizado en el
siglo XVIII hizo que la Enciclopedia de Diderot reprodujera un ejemplar.
Pero, además de estos utensilios que, como hemos indicado,
son los más representativos y simbólicos del pintor, dependiendo de las
técnicas que se utilicen se requieren otros utensilios más precisos y, desde
luego, mucho menos populares.
En soportes como el pergamino, el papel, el papiro o las
sedas, se utilizan elementos como las plumas, generalmente de oca, para
escribir o dibujar contornos, aunque también se usaban de gallina o paloma,
según el tamaño; pinceles para pintar, que se hacían de pelos de cola de n1arta
cibelina o de ardilla; lápices de plomo para hacer el dibujo, que consistía en
una varilla de madera con un extremo metálico (aleación de dos partes de plomo
y una de estaño). Para borrar se usaba miga de pan, aunque también podía
rasparse el error con ciertas cuchillas especiales que tenían diversos usos
como cortar los panes de oro y plata, los folios de los pergaminos, sacar punta
a los lápices, etc. Poseían tinteros con tinta roja y negra ya preparada. En el
Autorretrato de Goya se observan estos tinteros sobre la mesa. Además
se usaban la escuadra, reglas o el compás, así como filtros para aclarar
líquidos y morteros de mármol calcáreo o serpentino para triturar colores o
hacer mezclas. Contaban también con objetos de diverso tipo para guardar los
productos elaborados (jarras, frascos, etc.), bruñidores para el oro y la
plata, y un sinfín de adminículos útiles para todas las tareas necesarias que
había que llevar a cabo.
4.2. El trabajo preparatorio
En la pintura contemporánea el proceso creador auna, en
muchos casos, el momento en el cual se está concibiendo la obra, con el momento
de la ejecución de la misma, al igual que la obra suele ser una obra personal,
en la que el pintor interviene desde la forma inicial, hasta el final de la
misma. Sin embargo, ésta no ha sido, exactamente, la forma de trabajo en otras
épocas.
No siempre la pintura ha sido una obra personal por
antonomasia, aunque sí es cierto que siempre ha tenido un componente mucho más
personal que la arquitectura o la escultura, artes en las que la ejecución
material de la obra, en arquitectura siempre, en escultura algunas veces, se
deja en otras manos distintas de las del artista. En pintura, en los grandes
talleres gremiales, se utilizó un sistema de división del trabajo en el que tan
sólo la dirección de la obra podía corresponder al director del taller, es
decir al artista, mientras que en las diferentes fases de ejecución intervenían
numerosos ayudantes y colaboradores, con categorías estructuradas, y en muchos
casos de una calidad artística admirable. Era en estos talleres donde, como
aprendices, se formaron todos los grandes artistas de estos períodos. Por la
propia estructura del trabajo, el pintor, el escultor o el arquitecto, eran
considerados artesanos, es decir trabajadores manuales, no artistas, hombres
que realizan un trabajo intelectual, consideración que empezó a cambiar durante
el Renacimiento en Italia, y que fue una actitud generalizada en el siglo XVIII
y confirmada con la creación de las Academias de Bellas Artes, nuevo lugar
donde se formaron los artistas.
Como ya hemos indicado, en la pintura contemporánea algunas
obras no precisan una elaboración previa a la realización, es decir, aunan el
momento creador con el momento de ejecución, sin embargo, es habitual que
existan unos estudios preparatorios, normalmente dibujos sobre papel, que son
denominados bocetos, apuntes o en el ámbito español rasguños, también son conocidos
como dibujos previos, esquemas, etc. mediante los cuales el artista va perfilando
lo que será la obra. Estos bocetos se convirtieron en un proceso fundamental de
la creación artística desde el Renacimiento, cuando Vasari establece la
utilización del Dibujo como punto de partida de cualquier obra artística, ya
que, según este autor, es el padre de las tres Bellas Artes. Estos dibujos preparatorios,
muestras o trazas, permitieron la concreción de los encargos y los contratos de
trabajo, ya que en ellos se establecía que el artista quedaba sujeto a realizar
la obra de igual manera que se había expresado en la traza.
Una vez preparado el soporte el dibujo preparatorio se
traslada a éste, generalmente utilizando carboncillo, a estos dibujos que
posteriormente se esconden debajo de las capas de pintura, se les denomina
dibujos subyacentes y actualmente pueden ser conocidos gracias a las modernas
técnicas de la reflectografía.
La existencia de estos dibujos preparatorios muestra cómo la
creación pictórica no es un acto espontáneo y fortuito, tal como han querido
hacer ver determinadas vanguardias históricas, sino un complejo proceso de
trabajo donde el artista derrocha gran cantidad de energía. El conjunto de
estos dibujos preparatorios reunidos, muchas veces en cuadernos o álbumes por
los propios artistas, es muy valorado por los historiadores del arte y por la
crítica, ya que permite conocer el proceso mental del artista, su método de
trabajo, a la vez que entender las claves de la obra ya terminada. Son famosos,
en este sentido, los dibujos preparatorios de Picasso, unos trescientos para el
cuadro las Señoritas de Avignon, y en torno a sesenta para el Guernica.
En el arte del siglo xx se ha dado un paso adelante
considerando el valor intrínseco de la obra inacabada y espontánea, hasta el
punto de suponer estos trabajos rápidos como un entrenamiento para la
espontaneidad en la pintura final, más que como estudios más o menos racionales
sobre la forma o la composición.
Además de estos dibujos preparatorios, la práctica
tradicional de la pintura producía otra serie de obras de pequeño tamaño, como
los denominados boceto o bozzetto, en italiano, pequeños cuadros al óleo sobre
tabla, muy utilizados por los pintores barrocos, que presentan la obra casi
igual al resultado final. Los pintores españoles los denominan borrón.
Permitían mostrar al cliente la obra para su aprobación, y eran un ensayo del
colorido. También los ricordo, pequeños cuadros, copia del original terminado,
que se quedaba el artista para recordar la composición el colorido, etc.
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