martes, 6 de octubre de 2015

CRETA MINOICA Y PALACIOS

EL ARTE DE LA CRETA MINOICA

1. EVANS Y EL DESCUBRIMIENTO DEL MUNDO PREHELÉNICO
La pasión por la arqueología de John Evans le llevó hasta la isla de Creta, donde compró la colina de Cnosos y desde 1900 hasta 1932 se dedicó a su excavación y restauración.
Los procedimientos de trabajo e interpretación de Evans distan bastante de la forma de enfrentarse en la actualidad a hallazgos similares, sin embargo, es el ansia por descubrir la Historia lo que le debemos a Evans y sus colegas de aquel tiempo.
El trabajo de Evans y sus espectaculares resultados eclipsó las anteriores investigaciones de las últimas décadas del siglo XIX, en las que, tras el hallazgo del mundo micénico de Schliemann, varios historiadores buscaban un mundo premicénico que diera sentido a una cultura tan desarrollada. Evans mostró en Creta y en sus palacios más llamativos el camino a seguir y elaboró un esquema cronológico para lo Minoico dividido en las fases Antigua, Media y Reciente.
En la actualidad, el esquema cronológico de Evans, aunque sigue siendo utilizado, se ha superado por la necesidad de recoger los periodos de la Grecia continental y de las Cícladas, por lo que hoy se trabaja con los periodos Prepalacial, de los Primeros, Segundos y Terceros Palacios y Pospalacial. Sin embargo, la datación y clasificación de los hallazgos del Bronce egeo es muy complicada.
A mediados del segundo milenio tiene lugar la ocupación micénica de la isla, los griegos que llegan del continente asumen muchos elementos del anterior mundo minoico pero también marcarán con sus características la vida en los palacios cretenses.

2. LOS PALACIOS DE LA CRETA MINOICA

Los grandes palacios minoicos se convierten en unidades políticas y religiosas, en auténticas ciudades-estado y en centros administrativos y comerciales. La economía de esta sociedad se articula en torno al palacio. Socialmente, los palacios no son sólo el centro del poder, sino que también reúnen en su interior el santuario o lugar de culto.
Las defensas como amurallamientos son casi inexistentes, lo que puede llevar a la conclusión de que eran las flotas las encargadas de la defensa militar. Es, además, en los palacios cretenses donde se han hallado algunas de las primeras muestras de escritura en el periodo minoico.

Los antiguos o primeros palacios
Los primeros palacios inician su construcción entre el 2000 y el 1900 a.C. En torno al 1700 a.C. son destruidos por causas que no se han conseguido explicar totalmente.
 Los principales materiales eran los mismos que para el resto de edificaciones, aunque tenían una organización diferente. Los muros de planta baja se construían con cascotes mezclados con motero de ladrillo y reforzados por la sujeción de vigas. Los ladrillos de barro se utilizaban principalmente en los pisos altos, si bien también en la planta baja en tabiques interiores y de manera auxiliar. Las piedras de mayor tamaño presidían el lugar más privilegiado de las zonas de fachada; los bloques mejor recortados quedaban para las plantas bajas. Según se sube en el alzado, la irregularidad se va haciendo más presente. La altura se cimentaba en mamposterías de piedra, ladrillo y rellenos de cascotes y escombros formando bloques verticales, pero también recurriendo a los cimientos escalonados. La madera se reservaba para las vigas, aunque, lógicamente, también era utilizada, junto a la piedra, en puertas, ventanas, umbrales y, a veces, con fines decorativos, aunque en este último caso, el material más utilizado era el yeso, que permitía ser pintado y se aplicaba a paredes y suelos.
-Palacio de Malia: al este de Cnosos, en la costa norte de Creta. Los primeros trabajos de excavación tuvieron lugar en 1915. El acabado de la obra, los materiales constructivos y el uso de sus instalaciones dedicado más a la agricultura que a la industria, nos remite probablemente a un centro rural, pero de gran importancia, debido a los más de 10.000 metros cuadrados de superficie de Malia.
El epicentro del palacio es el gran patio central, rodeado en algunos de sus lados con pórticos sobre pilares y columnas a modo de galerías y, presidido en el centro, por un altar. Al este del palacio, los sistemas de sustentación de grandes tinajas junto a las estructuras de canales, sugieren la utilización del lugar como zona de producción de aceite y vino. El área de almacenamiento se encuentra en el extremo contrario, tras las habitaciones señoriales y el área ceremonial, mientras que en la zona norte destaca una sala hipóstila, probablemente ocupada por la cocina con un comedor situado en una planta superior. En la zona sur son llamativos los ocho grandes silos subterráneos dedicados posiblemente al almacenamiento del grano.
-Palacio de Festos: fue descubierto en el año 1900, pero han desaparecido las alas de ambos lados del patio central debido a la erosión a los derrumbes por estar construido en lo alto de una colina.
La superficie original, antes de la erosión, sería de unos 8.300 metros cuadrados que ocupaban una terraza desde la que se contempla el valle del Mesará. Aprovechando los desniveles de la montaña, se propicia la unión entre áreas a través de escaleras. Destaca el gran patio central junto a otros patios exteriores, todos pavimentados en piedra, y una zona sur con áreas de vivienda y almacenes. Aunque la principal herencia de Festos es la gran cantidad de material cerámico encontrado.
Los nuevos o segundos palacios
A partir del 1700 a.C. los palacios se reconstruyen y se amplían iniciándose el periodo de mayor esplendor de esta cultura, que se extenderá hasta las décadas de 1480 y 1450 a.C.
Los nuevos palacios son más extensos y complejos y muestran el momento de auge de la sociedad minoica en la parte económica y cultural, con un gran desarrollo de la pintura, la escultura, la cerámica y las artes menores.  Dejarán nuevas tipologías edilicias en forma de palacios menores, pequeñas villas nobiliarias y sencillas villas costeras.
-Palacio de Cnosos: El inicio de su construcción data de la etapa anterior pero el mejor y mayor ejemplo de palacio de este periodo. La excavación por parte de Evans, junto a las reconstrucciones de algunas de sus dependencias, lo ha convertido en un monumento ampliamente difundido, aunque el sistema de rehabilitación seguido ha sido muy poco continuado.Cnosos se yergue en lo alto de una colina a 5 kilómetros de la costa norte de Creta. Su conocimiento y estudio por parte de la arqueología data del siglo XIX y parte de su fama va unida a la historia de la reciente arqueología con nombres como el de Schliemann y el de Evans, quien se hace con la compra de la colina que perdió el propio Schliemann.
El gran patio central divide en su eje norte-sur al palacio en dos grandes sectores, el oriental y el occidental, con fachadas que muestran cierta regularidad constructiva y reflejan la característica yuxtaposición de espacios minoica. Esta superposición y añadidura de dependencias ofrece la primera imagen para los griegos posteriores y para Evans del laberinto que, junto a la aparición de la cabeza de un toro en unos frescos, les indujo a asociar el palacio con el laberinto del minotauro mitológico en la época del Rey Minos. Este crecimiento del palacio buscaba en la práctica absorber la creciente demanda de espacios de almacenamiento, industria, talleres vivienda y ceremonial.
Desde el patio central surgen dos accesos al norte y al sur que son los que marcan la división entre la zona oriental y la occidental del palacio. En el área oeste existe también un patio desde el que se accede al edificio a través de una habitación cubierta, donde existía un fresco en relieve con motivos del juego del toro y, tras el cual, el camino se dirigía hacia el patio central a través de la vía de las Procesiones, donde se encontraron decoraciones en fresco. El pasillo se dobla en ángulo recto y permite el acceso a través de una monumental entrada con escalera hacia el piso superior, desembocando en una habitación que continúa el tema de la procesión. En su camino hacia el norte, la vía procesional desembocaba en el área teatral (se cree que ésta era una de las funciones de la zona), de la cual, surge un nuevo corredor que se adentra en el palacio y conduce por un pasillo, con galerías porticadas a ambos lados, hacia el patio central. Estas galerías estaban decoradas con frescos de estuco en relieve mostrando escenas con toros.
El ala oeste se corresponde con la zona de representación y los almacenes del palacio frente a los talleres y las zonas de residencia de la nobleza de Cnosos, donde se encontró el fresco de la Parisina. Es en esta parte oeste del patio a donde se asoma el salón del trono, una pequeña habitación recorrida por un banco corrido interrumpido por un hueco ocupado por un trono de alabastro. En la decoración de las paredes se representan grifos, animales mitad águila mitad león, que siempre van asociados a símbolos de divinidad y poder. Cerca del salón del trono y tras la gran escalera se encuentra el santuario del palacio, con habitaciones contiguas que tenían la función de cámaras del tesoro que recogían las ofrendas del santuario, entre ellas, las sacerdotisas de las serpientes.
Los almacenes de la parte baja del ala oeste tienen forma de una sucesión de largas y estrechas dependencias paralelas, que recogían la producción agrícola local en tinajas (pithoi), cuya capacidad de almacenamiento se sumaba a los grandes silos del patio oeste (koulouras).
Ala este: desde el patio central se accedía a esta zona residencial de cinco plantas por la Gran Escalera, reconstruida por Evans. Los cinco pisos se deslizaban escalonadamente colina abajo mostrando un juego de terrazas y galerías. Esta ala residencial es la que mejor muestra la utilización de los pozos de luz y donde se han hallado perfectos drenajes y conducciones de agua. Las habitaciones presentaban un tamaño reducido y presentaban sus muros decorados de frescos, como la sala de las Dobles Hachas.
El conjunto de Cnosos se completa con las zonas dedicadas a la fabricación artesanal: alfarería, orfebrería, tallado de piedra, marfil, sellos y tablillas y elaboración de perfumes.
-Palacio de Zakro: Ha sido descubierto más recientemente. Zakro se encuentra en el extremo oriental de la isla y era un puerto comercial. Su estructura tipológica presenta algunas diferencias frente a la estructura vista hasta ahora, ya que carece del patio oeste y no se han documentado estructuras en altura con plantas superiores. Además se separa del resto de construcciones de la ciudad mediante un muro de cierre. Aun así, este palacio se asemeja mucho al de Malia.
Otras construcciones de menores dimensiones y menos relevantes, son Gurnia y Hagia Triada. Hagia Triada es un prototipo de residencia que imita a los palacios cretenses. A este conjunto, cercano al mar, se le supone un carácter residencial o de descanso de los gobernantes del Palacio de Festos. La mayoría de las villas nobiliarias como ésta muestran, por lo general, ser pequeños núcleos palaciales.
En Gurnia se ha descubierto una construcción a modo de pequeño palacio casi en miniatura con un plano similar que hace girar la casa en torno a un patio central, donde también se ha encontrado una pequeña área teatral, además de las habitaciones y la zona de almacén.



EL FIN DEL IMPERIO ROMANO, PUEBLO BARBAROS Y EDICTO DE MILAN

Los llamados pueblos barbari
Roma había entrado en contacto con otros pueblos situados más allá de sus fronteras, al norte del Danubio y al este del Rin, a los que denominó con el nombre genérico de barbari o extranjeros, a pesar de que pertenecían a muy variadas etnias, aunque en su mayoría fueran germánicos y hubiesen tenido un origen común. El sentido del término es altamente peyorativo, pues hacia alusión a gentes de un nivel cultural inferior, sin embargo es una idea discutible porque algunos de estos pueblos, por ejemplo los visigodos, fueron capaces de crear una cultura importante.
En términos generales podemos afirmar que se trataba de pueblos nómadas o agrupaciones de tribus cambiantes, que originarios de Escandinavia y de los territorios del Báltico, recorrían Europa occidental en busca de pastos para sus ganados, de caza o pesca, o de botín, y se había expandido a lo largo de las fronteras del mundo romano. Su aspiración era encontrar lugares donde instalarse y poder desarrollar una agricultura sedentaria combinada con la ganadería vacuna, enfrentándose por ello entre sí.
Ya en el siglo I antes de Jesucristo, los galos llamaron a los ejércitos imperiales para que les ayudasen a destruir el reino que el suevo Ariovisto había fundado en la Alta Alsacia, sobre el que obtuvo una importante victoria Cesar, rechazando a este pueblo al otro lado del Rin. Desde entonces el río se convirtió ya en frontera natural entre germanos y romanos, y los contactos fueron haciéndose más frecuentes. Posteriormente, a través de la obra de Tácito, Germania, primera obra sobre estos pueblos, escrita en el siglo I d.C. los romanos comenzaron a darse cuenta de que eran muchos y muy distintos los grupos tribales y pueblos de raza germánica que poblaban la Europa central, al tiempo que aprendían de ellos cómo era su armamento y organización militar, su religión, sus instituciones fundamentales, sus poblados y sus viviendas, costumbres, relaciones familiares, comidas, régimen de vida, etc.
A pesar de la continua defensa que mantuvo Roma frente a los peligros exteriores, y de manera especial, desde el gobierno de Augusto que trató de consolidar las conquistas realizadas, el limes se fue convirtiendo no tanto en frontera que separaba dos mundos distintos, como en la zona de contacto que facilitaba una relación entre ambos, logrando mantener, durante los largos períodos de paz, estrechas relaciones comerciales y políticas, llegando, incluso, a asentarse familias germanas en la línea divisoria. También desde tiempos de Augusto se produjo la entrada de germanos en las filas del ejército romano, primero como auxiliares y, más tarde, en puestos de mayor responsabilidad, como fue el caso de Arbogasto, el vándalo Estilicón y Recimer, quienes modificaron el arte de la guerra, dando movilidad a los pesados cuerpos del ejército romano y enseñándoles a actuar con mayor ligereza. Es más, algunos de los emperadores que gobernaron en el imperio en el siglo iii, como Maximino y Filipo el Arabe, habían nacido fuera de las fronteras del Imperio.
No obstante, fueron también numerosas las incursiones protagonizadas por francos y alamanes (pueblo confederado) que saquearon durante años las provincias del Imperio e hicieron violentas incursiones por la Galia, España, Italia y el Norte de Africa, pues el sistema defensivo no era bastante coherente.
Destruyeron campamentos romanos, saquearon y destruyeron florecientes ciudades, obligando a fortificarse a las villas agrícolas y provocando la aparición del hambre en las tierras que asolaban. Durante muchos años los emperadores romanos trataron de evitar la catástrofe y algunos lo  consiguieron después de duras pruebas como sucedió durante el breve reinado de Decio (249-251), Diocleciano (285-305) y Constantino (306-324) quienes lograron frenar estas invasiones. Pero a lo largo del siglo iv la invasión de los pueblos germánicos dentro del Imperio se convirtió en un hecho irreversible.

Trascendencia del gobierno de Constantino y triunfo del Cristianismo
Entre las transformaciones producidas en el Imperio Romano en el ámbito socio-económico durante el siglo ni no podernos dejar de mencionar la importancia que tuvo la expansión del cristianismo en el Imperio. La decadencia generalizada del paganismo tradicional romano facilitó el hecho de que el cristianismo fuera pasando de ser considerado como una mera secta del judaísmo a ser una religión con ambiciones universales. La tolerancia mantenida, en términos generales, por las autoridades romanas durante más de dos siglos, se vio truncada en el siglo III cuando el emperador Decio promulgó un edicto que suponía la incompatibilidad entre la Iglesia y el Estado. Medidas posteriores desembocaron en los edictos de persecución generalizada promulgados bajo la Tetrarquía. (El sistema de la Tetrarquía había sido promovido por el emperador Diocleciano para salvaguardar la unidad del Imperio: ostentación del poder por cuatro titulares de los que dos se titulaban Augustos y los otros dos, subordinados a ellos, Césares).
La solución a este problema en el que se encontraban los cristianos se produjo con la disolución de Tetrarquía al llegar al poder Constantino, hijo de uno de los tetrarcas que habían gobernado con Diocleciano. Las rivalidades imperiales surgidas entre los años 305 y 312, concluyeron en la batalla del Puente Milvio, al norte de la ciudad de Roma, en Ia que Constantino obtuvo la victoria, y su enemigo, Majencio, se ahogó al intentar cruzar el Tíber en su huida.
Este episodio fue significativo no solamente porque supuso un cambio en las fronteras de los territorios controlados por los emperadores rivales, pues con la victoria de Constantino, Italia y Africa se unieron a Britania, Galia y España, ya en su poder, sino también y de manera especial porque está asociado directamente a la conversión de Constantino al cristianismo, acontecimiento de suma importancia, al menos a largo plazo, pues a partir de ese momento comenzó la construcción de los primeros edilicios abierta y explícitamente cristianos.
Al año siguiente, se promulgaba el llamado “Edicto de Milán” (313) por el que Constantino y su colega Licinio, en la parte oriental, promulgaban una total libertad de cultos para sus súbditos. Desde entonces, los cristianos gozaron de la tolerancia estatal y al ser su fe un hecho social importante y en auge, el Estado romano, sin abandonar en principio su paganismo oficial, la protegió y utilizó. Este acontecimiento facilitó la tarea organizativa de los obispos y concilios quienes tomaron parte en las contiendas doctrinales y vincularon paulatinamente la legitimación religiosa del estado al Cristianismo.
Los descendientes directos de Constantino, salvo el caso excepcional de Juliano “el apóstata” en la terminología cristiana, obraron como sinceros cristianos. La tolerancia hacia el paganismo oficial continuó hasta tiempos de Teodosio, católico por convicción, que fue el artifice de la conversión del cristianismo en la religión del Estado, cuando en el año 380, declaró en Tesalónica al cristianismo en su versión ortodoxa como única fe del Imperio, quedando, por tanto, proscritos el paganismo y la herejía. No obstante, la acomodación del cristianismo a las estructuras políticas del Imperio fue un proceso largo, marcado por una serie de altibajos: como también lo fueron las relaciones entre la cultura pagana y cristiana.